En 1963, un año después de su conformación oficial, los Rolling Stones comenzaron a sobrevolar dentro del mundo Beatle. Primero fue el publicista de los Fab Four, Andrew Loog Oldham, quien se enteró de ellos y comenzó a frecuentarlos por recomendación del periodista Peter Jones.
La banda había sido contratada por el empresario Giorgio Gomelsky para tocar todos los domingos en el Crawdaddy Club de Richmond. Allí la banda empezó a ganar público y fueron convirtiéndose en un rumor cada vez más resonante. Oldham los fichó en su agencia y comenzó a delinear su imagen de chicos malos. Luego, los Beatles se acercaron a ver a los Stones.
Un mes más tarde, George Harrison, enamorado de la música Stone, habló con el director artístico de Decca Records, Dick Rowe, para que les diera una oportunidad. El ejecutivo dijo que iría a verlos para ver de qué se trataba. De a poco, Sus Majestades Satánicas empezaban a trazar su camino hacia el éxito.
El 5 de mayo de 1963, Dick Rowe se acercó hasta el Crawdaddy Club y experimentó por sí mismo el poder del grupo y la sensualidad arrolladora de Mick Jagger, que se movía con un estilo magnético similar al de James Brown. Rowe quedó maravillado por lo que vio y una semana más tarde se comunicó con la banda para ofrecerles un contrato discográfico, el primero de su historia.
Con la firma del contrato, inmediatamente se metieron en los Olympic Studios para grabar su primer single, que consistió en una versión de «Come On» de Chuck Berry y «I Want To Be Loved» de Muddy Waters. Tras esto, llegó la primera gira por Inglaterra. Lo que siguió es bien conocido.