A las 21.25, después de 9 años y 3.212 días sin subirse a un escenario, Pity Álvarez volvió a tocar en vivo. El lugar elegido fue el estadio Mario Alberto Kempes de Córdoba, colmado por más de 35 mil personas que asistieron a un regreso que excedió lo musical y quedó marcado por la emoción, la tensión y el peso simbólico del momento.
Autorizado por los jueces que intervienen en la causa por la muerte de Cristian Díaz, el concierto comenzó con un fragmento de “El Rey”. La escena inicial fue tan teatral como provocadora: el músico ingresó con una correa en la mano, paseando a una mujer exuberante, antes de dar paso a “Intoxicado” y “Nena, me gustas así”, que desataron la primera gran reacción del público.

Acompañado por una big band más cercana al espíritu de Intoxicados que a la crudeza de Viejas Locas, Pity desplegó un repertorio atravesado por su sello personal: el juego con la desafinación, la fragilidad emocional y la intensidad interpretativa. El primer bloque incluyó canciones como “Mi inteligencia intrapersonal”, “Homero” —dedicada a su padre—, “Tirado en la estación”, “No tengo ganas”, “Árbol de la vida”, “Me gustas mucho”, “Se fue al cielo” y “Volver a casa”, antes de un breve intervalo.
El momento más íntimo llegó luego de “Fuiste lo mejor”. Allí, Cristian Álvarez dejó de ser solo el personaje escénico y se mostró vulnerable ante el estadio. “Si dicen que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, ¿qué me va a juzgar Dios? Yo que soy otro dios. Solo el universo me puede juzgar”, dijo antes de quebrarse en llanto, en una de las postales más fuertes de la noche.

El segundo bloque sumó “Una vela”, junto a Felipe Barroso, histórico socio creativo y guitarrista de Intoxicados, además de un homenaje a Blues Motel y “Caminando por las piedras”. Más adelante, el repertorio continuó con “Reggae para los amigos”, “Te entiendo”, “Qué vas a hacer tan sola”, “Fuego”, “Está saliendo el sol”, “Nunca quise” y “Lo artesanal”, confirmando un recorrido amplio por distintas etapas de su obra.
Tras una falsa despedida y con parte del público ya abandonando el estadio, el cierre llegó con “Quieren rock” y “Una piba como vos”, completando un total de 33 canciones en una noche extensa y cargada de significado.
Para quienes fueron adolescentes en los años 90 y principios de los 2000, Pity Álvarez sigue siendo una figura única: una mezcla de poeta y cronista urbano que supo retratar el barrio, la noche, la precariedad laboral, las crisis personales y el disfrute de la vida. Esa energía también fue percibida por nuevas generaciones que nunca lo habían visto en vivo y se enfrentaron, por primera vez, a la adrenalina y la incertidumbre que rodean cada una de sus apariciones.
En lo inmediato, no hay anuncios de nuevos conciertos ni de grabaciones. Tal como anticipó el productor José Palazzo antes del show, el martes Álvarez deberá presentarse nuevamente ante la Justicia. Más allá de eso, el futuro artístico de Pity permanece abierto. Su regreso en Córdoba dejó en claro que, aun después de casi una década de silencio, su historia sigue escribiéndose.