En enero de 1971, Pappo sorprendía a la escena musical argentina con la contundencia sonora y la novedad que presentaba su placa debut. En tiempos donde el Rock Nacional comenzaba a dar sus primeros pasos y donde bandas como Vox Dei, Manal o Almendra imprimían melodías cuidadosamente decoradas con arreglos complejos, Pappo’s Blues dio una cachetada de rock con la dureza del blues de San Francisco.

La guitarra incendiada de Pappo serpenteaba entre Eric Clapton y Jimi Hendrix para acomodarse, cómodamente, en el cálido espacio disponible para el «Gran Violero Argentino», lugar del que nunca pudo ser desbancado.

Pappo grabó su álbum acompañado por un joven David Lebón, en aquel entonces conocido como Davies y recién llegado de experiencias norteamericanas, y Black Amaya, un baterista fundamental del germen del rock argentino. Fue financiado por el empresario Luis Álvarez, quien no reparó en esfuerzos a la hora de convencer al «Carpo» de cortarse solo. No era una tarea sencilla: el guitarrista formaba parte de Los Gatos, que eran una gran seguridad en esos años.

Así fue como Pappo emprendió la cruzada y el material vio la luz. La crítica lo tildó de «cuadrado», pero el público solo oyó al artista y lo compró desmedidamente. En términos comerciales era un éxito y, entre sus pares -sin decirlo a viva voz pero declamándolo en lo que vino más adelante- fue una influencia ineludible. Hasta el propio Luis Alberto Spinetta confesó que fue «Pappo’s Blues Volumen 1» el disco que le abrió otro camino para explorar.

Con canciones como «El Hombre Suburbano»; «El Viejo» o «¿A Dónde Está la Libertad», el clásico se hacía evidente. Y más aún su recordada tapa, con el músico cargando a un niño en sus hombros, en una plantación de maíz de la chacra propiedad de la vedette Nélida Lobato.

Este disco significó el ingreso por la puerta grande a la escena del rock nacional para Norberto «Pappo» Napolitano y lo transformó como un músico obligado para cualquier producción de rock pesado que quisiera realizarse en los años que le siguieron. Este mes se cumplen 50 años del primer ladrillo de la leyenda que Pappo construyó de si mismo y que el paso del tiempo no es capaz de derribar.