El día que secuestraron a Juan Manuel Fangio en Cuba

Un 23 de febrero de 1958, un grupo de rebeldes raptó al múltiple campeón de Fórmula 1 argentino, en el marco del Gran Prix que se corría en la isla.

El gélido y rígido metal de un arma imprevista hizo presión sobre la espalda de Juan Manuel Fangio, el quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, que estaba en Cuba para competir en el Gran Prix que se llevaba adelante en la isla. «Disculpe, Juan, me va a tener que acompañar», oyó como acto seguido. Así, un 23 de febrero de 1958, comenzaba el secuestro del piloto más importante del mundo en aquel entonces. En el hall del hotel Lincoln, en La Habana, raptaron al corredor ante la mirada incrédula y paralizada de mecánicos y el piloto inglés, Stirling Moss.

Los secuestradores, que no tenían mayor virtud que la voluntad, temblaban de pavor ante el peso que representaba su víctima. Fangio, con admirable lucidez, pidió una gorra y anteojos, ya que interpretó que alguien podía reconocerlo si se cruzaba con el Playmouth verde que lo transportaba. Pero los captores no tenían nada con qué disfrazarlo.

Los cuatro hombres que perpetraron el secuestro estaban identificados por los testigos y empezaron a mover al campeón por diferentes casas del barrio El Vedado, una zona aristocrática de la capital cubana. La prensa ya había inundado los diarios con la noticia y la policía buscaba incesantemente al argentino.

En su única noche en cautiverio, Fangio recibió un sinfín de disculpas por lo sucedido, le prepararon papas fritas a caballo y durmió plácidamente en una habitación que le prepararon de manera exclusiva. Nunca se comportó ni se inmutó como sería natural para alguien que está secuestrado. Si tuvo miedo, no lo demostró.

En aquel Gran Prix, que había quedado empañado por el secuestro de Fangio, el piloto cubano Alberto García Fuentes hizo un extraño giro, salió de la pista, cayó sobre la multitud. El saldo fueron 6 muertos y 40 heridos más la suspensión del evento.

Habían pasado casi 30 horas del rapto y los rebeldes cubanos decidieron liberar al campeón mundial. Poco antes de recuperar su libertad, Fangio le dijo a uno de sus captores, un joven que apenas pasaba los 20 años: «Señores, tal vez me hicieron un favor. No puedo menos que agradecerles».

Pero no era tan simple la liberación. Unas horas antes, otro grupo que respondía a Fidel Castro había asaltado el Banco Nacional de Cuba sin robar un peso, pero quemando millones en cheques. La posibilidad que el dictador Fulgencio Batista -en ese entonces en el poder y con los días contados por los revolucionarios- asesinara a Juan Manuel Fangio para culpar a los rebeldes era concreta y comenzaron las discusiones. «El Chueco», con su semblante inquebrantable, les recomendó: «Llamen al embajador argentino y llévenme a la embajada. El hombre es primo del Che Guevara».

Fue así como 27 horas después, Juan Manuel Fangio recuperó su libertad y en cada entrevista que brindó por el suceso, repitió: «Me trataron muy bien. Nunca me vendaron los ojos. Cien veces me pidieron disculpas. Me parecieron macanudos. Les dije a los rebeldes que si me habían secuestrado por una buena causa, yo estaba de acuerdo».

Por su parte, el movimiento guerrillero 26 de Julio siguió en contacto con él y nunca dejaron de invitarlo, lo saludaron cuando cumplió 80 años, y cada mensaje lo firmaron como «sus amigos los secuestradores». El propio Fidel Castro tuvo un encuentro privado con el automovilista en 1981 para pedirle disculpas personalmente por el hecho.

Fangio, por su parte, siguió manteniendo amistad con los secuestradores hasta el momento de su muerte. En ninguna entrevista dijo si le había parecido bien o mal que lo secuestraran. En el Hotel Lincoln hay placas conmemorativas del suceso y la habitación 810, donde debía alojarse el automovilista, lleva su nombre.